TCS NEW YORK CITY MARATHON

¡Hola de nuevo!

Había escrito un mini post a modo resumen de mi experiencia en la maratón, pero ,siento , que el número de caracteres que te deja usar Instagram no son suficientes para poder explicar lo que viví. Tampoco creo que aquí logre detallar todo, pero, aún así, algo más podré escribir 😊.

Como dije en mi post de Instagram, cuando tenía 15 años, decidí que quería hacer algún deporte. Opté por atletismo. Era un palo, sin formas ni curvas y, poco a poco, fui cogiendo buena forma física y aguante. Me esforzaba mucho en los entrenamientos con el equipo en Bembibre, salía yo sola por mi pueblo. Me esforzaba también en las carreras a las que Chus Alonso nos llevaba. Me “sacrificaba”, aunque a mi edad, en mi categoría, muchas chicas dejaban ya de ir a carreras o dejaban el deporte ya de lado. Por poco que corriese o por despacio que lo hiciese, siempre me iba a “tocar” una medalla o un trofeo. Básicamente, porque a veces era la única compitiendo en esa categoría.

Tras esos años, siempre he seguido corriendo. Con mayor o menor constancia. Con mayor o menor motivación. En la calle o en la dichosa cinta que odio con toda mi alma.
Cierto es, que en los últimos años, he estado mucho más motivada a ello. Un parque enorme al lado de casa, mucha afición por correr en la ciudad, amigos con los que compartir esos momentos y esas charlas…Y así, con el tiempo, llegó la idea de correr una maratón.

Hay varias opciones para poder correr la maratón, ya sea ésta o cualquier otra:

1. Por sorteo/lotería: Registras tus datos personales unos meses antes y, si hay suerte, entrarás. Personalmente, creo que la lotería es la manera más difícil de entrar. Porque, como su propio nombre indica, dependes totalmente del azar.

2. A través de tu marca personal en otras carreras de igual distancia.

3. Corriendo para una charity o asociación benéfica: Esta opción no es nada difícil, lo complicado es recaudar el dinero para la asociación con la que te has comprometido. Y no es poco.

4. Tour operador: Si viajas desde otro país es la opción que más te conviene pues es un paquete que incluye todo, desde dorsal hasta vuelos y hotel.

En mi caso, hice la lotería hace 2 años. Como me suponía, no entré. Este año pasado, la volví a hacer. Decidí que si volvía a quedarme fuera, recaudaría dinero para una asociación benéfica. Pero, para mi sorpresa, el 14 de febrero de 2019…¡boom! Sara, estás dentro de la maratón. Estaba en la biblioteca de mi escuela y cuando vi el e-mail en mi móvil no pude más que pegar saltos y subir a contárselo a mis compis y whatsappear a mis amigos y familia, para compartir mi alegría.

Sabía lo que se me venía encima, pero las ganas eran más fuertes. Los meses antes del verano, seguí con mi ritmo de entreno normal, carreras populares y dos medias maratones.

En verano, durante las vacaciones en La Ribera, seguí entrenando, aunque el calor pudiese conmigo a veces, sin buscar excusas para parar. A la vuelta a NYC, empecé con entrenos largos. Entrenaba 5 días a la semana. La distancia normal que suelo hacer a diario en Prospect Park 4 días (8-10 km) y los domingos iba variando (21-25-30-35 km…). Es duro. Pero te da una disciplina increíble y te empuja a intentar hacerlo cada vez mejor.

La fecha se iba acercando. Entre medias, acompañé a mi amigo Luis a Chicago, pues él corría esa maratón. La viví como si estuviese corriendo yo. También con un poco de envidia sana, pues fue dos semanas antes que la mía y él ya se quitaba “el peso” de encima mientras que a mí aún me tocaba lidiar con nervios y con entrenamientos un par de semanas más.

Y llegó la semana. Y con ella Diego, que vino para darme ánimos desde España.

El viernes anterior a la carrera, dos días antes, fuimos a la Expo de la maratón a recoger el dorsal y ver los diferentes puestos y ropa oficial que por allí había. No olvidaré al señor que me dio el dorsal “Well Sara, see you on Sunday at the finish line” (Sara, te veo el domingo en la meta), me dijo mientras me chocaba la mano.

Y llegó el “Día D”. Había visualizado ese día muuuuuuchas veces en mi cabeza, visto vídeos, leído artículos. Había hecho varias veces las zonas más problemáticas o difíciles de la maratón. Hasta me había visto entrando en meta. Y sí, claro, hasta había pensado en la posibilidad de que todo se torciese y no pasase por esa meta…

La noche antes dormí, ¿bien? No. Los nervios o, más bien la emoción, me acompañaban. Me levanté a las 4.30, tomé mi desayuno y fui al metro. Tenía que ir a coger el ferry a Staten Island. Allí, al llegar al ferry, vi que era real y que yo formaba parte de ello. Miiiiiiiles de personas, de tooooodo el mundo. Increíble.

Al llegar a Staten Island, un bus del evento te recoge para llevarte al “village”. En este lugar, con una organización de 100, están los “corrales” desde los que saldrás dependiendo de la letra de tu dorsal y del turno en el que estés. Aún me quedaban 2 horas hasta que empezase, pues yo salía a las 10.10 a.m. Así que, hice tiempo re-desayunando: plátanos, café, galletas, bagels…Di paseos. Usé los baños a tiempo, que luego las colas son laaaargas, y observé a la gente.

Y llegó la hora. Antes de entrar en mi corral, miré al cielo y pedí a los que me miran desde arriba que , por favor , no me dejasen decaer.

Y el sueño, empezó. El New York, New York de Frank Sinatra comenzó a sonar en el puente de Verrazano. Los helicópteros se ponían a nuestra altura y nos saludaban. Y yo sentía que yo no era la que corría, que algo diferente a mí, me llevaba.

Las calles abarrotadas de gente animando y gritando tu nombre (lo de poner el nombre en la camiseta es genial).

Llegamos a Brooklyn, donde, por fin, vería a gente conocida. Primero, a mi compi Hined, luego a un alumnos y, por fin, llegué al cruce de mi calle. Allí estaban mis amigos y Diego. Y hasta una pancarta que Luis había hecho para mí. Más adelante, Brigitte y Georges. Después, padres, madres y alumnos del cole. También, Yenny.

Queens y el maldito Queensboro Bridge. No le tenía miedo. Había entrenado varias veces allí para quitarme esa mala imagen y leyenda negra de lesiones que tiene el puente. Había españoles en el grupo que me dieron ánimos y yo se los devolví, ¡vamos!

Manhattan, Primera Avenida. A partir de aquí iba a ser un sube y baja. Duro, bastante. Ahí estaban otra vez mis amigos y Diego. La gente seguía animando, orquestas en la calle, gente bailando. Vinny, un compi de la escuela también estaba por allí.

Me sentía bien, mucho mejor de lo que me esperaba. Pero, siempre me repetía “humildad” y una frase que mi padre me escribió esa mañana para darme ánimos “no pienses en lo que te queda sino en todo lo que ya has conseguido”.

El Bronx y Harlem. La señora que estaba sentada en el último puente gritando “Last damn bridge!”.

El cartel que anunciaba que quedaban 10 kilómetros y que podía aparecer el “muro”. La gente que continuaba animando, gritando tu nombre, chocando los cinco, diciéndote “you got this, girl!”.

Entrar en Central Park. Ya quedaba poco. Volver a ver a tus amigos, a Diego. Emocionarte y que Luis gritase “¡ya está, ya está!”. Sacando fuerzas de donde ya no las había para correr más rápido los últimos kilómetros y llegar a la meta. Y llorar. Llorar sin parar.

La maratón de Nueva York es INCREÍBLE. No sólo por la ciudad en sí, sino por como se vuelca la gente ese día con los corredores. Es, casi, un día de fiesta, de celebración.

Creo, y no pienso que me equivoque, que en cuanto a apoyo de la gente, es la mejor. O, al menos, así lo siento.

Para mí ha sido algo inigualable y una de las mejores experiencias de mi vida. Un reto personal que, a veces, es como una montaña rusa pero que termina siendo muy gratificante.

Gracias a New York Road Runners por una organización increíble, a los voluntarios que están al pie del cañón con el agua, gatorade…

Gracias a las chicas españolas que estaban de voluntarias en las estaciones de Gatorade y, al coger el vaso, sin parar, al ver la bandera en mi camiseta, me decían “¡Vamos, Sara, tía!” Si algún día leéis esto, de casualidad, sois muy grandes.

Gracias a las personas que salen a animar, a las que dan pañuelos, gajos de naranja, plátanos, agua, geles…

A mis compis del cole, mi director, alumn@s, padres…por preocuparse por mí, salir a verme ese día y animarme los anteriores.

A Luis, que me ha ayudado, aconsejado y estado pendiente siempre. ¡Gracias, gracias y más gracias!

Steven, Jen, Paco, Yasmi, Alber, Ale, Javi, Ángela, Brigitte y toda la gente que me animaba desde España.

A Diego por siempre estar y animarme a dar lo mejor de mí.

A mis padres, mi hermano, mis abuelas, mis tíos, mis primos y mis vecinos. Que me enviaron los mejores vídeos del mundo, que no sólo me emocionaron sino que me sirvieron para hacerlo aún mejor.

Y a los que ya no están conmigo, porque el empujón que me faltaba me lo dieron ellos.

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