Las catacumbas de la antigua Catedral de Saint Patrick son de las pocas que se pueden encontrar en los Estados Unidos.
Lo más probable, es que hayas pasado por alto este templo, situado en el 266 de Mulberry Street (en el barrio de Nolita, norte de Little Italy), y estés más familiarizado con su sucesora, la Catedral de la Quinta Avenida, pero esta primera catedral es un hito histórico en sí misma. En sus inicios, la catedral fue testigo de cómo los protestantes nativos luchaban en las calles con los inmigrantes católicos irlandeses.
Aquí, el obispo John Hughes, conocido como “Dagger John” por su lengua afilada y sus habilidades para la lucha callejera, protegió a la Comunidad Católica de una multitud de Protestantes. La Catedral Vieja de San Patricio fue un refugio para los inmigrantes recién llegados, comenzando con los irlandeses y luego con los italianos, hispanos y asiáticos.
John Joseph Hughes (nacido en Annaloughan, condado de Tyrone) emigró a los Estados Unidos y se estableció brevemente en Pensilvania antes de ingresar en el Mount St. Mary’s College, donde fue ordenado sacerdote en 1826. El padre Hughes pasó los siguientes doce años en Filadelfia, sirviendo como pastor en varias iglesias y fue admirado por su hábil gestión, fuertes cualidades de liderazgo y franca defensa de la iglesia. Al llegar a Nueva York en 1838, sirvió primero como coadjutor y luego como administrador apostólico de Nueva York. Fue nombrado obispo en 1842, el primer prelado en ser consagrado en la Catedral de San Patricio. El obispo Hughes enfrentó dos desafíos abrumadores: presidir una diócesis que estaba experimentando un crecimiento sin precedentes y proteger a los católicos y sus iglesias de la creciente hostilidad de los protestantes.
En 1844, James Harper fue elegido alcalde de Nueva York como candidato del Partido Republicano Estadounidense. Al mismo tiempo, protestantes y católicos irlandeses en Filadelfia se enfrentaron en disturbios que se cobraron la vida de una treintena de irlandeses y resultaron en la quema de iglesias y conventos católicos. El obispo Hughes, defendió enérgicamente los derechos de los católicos irlandeses contra este creciente movimiento de intolerancia y derramamiento de sangre. Hughes reunió a miles de irlandeses para defender la Catedral. Mientras, un desfile masivo de antorchas anti-católico se reunía en City Hall Park, listo para marchar por Bowery hacia la Catedral. Hughes, también, colocó francotiradores en las paredes protectoras que rodeaban el edificio. El obispo Hughes envió una carta al alcalde Harper advirtiendo que si alguna persona o iglesia católica sufría algún daño, la ciudad se convertiría en “un segundo Moscú” (refiriéndose al incendio de Moscú durante la invasión de Napoleón en 1812). Se atribuye al poderoso mensaje del obispo y sus acciones enérgicas haber evitado un estallido violento de anticatólicos en Nueva York.
El obispo Hughes fue consagrado como arzobispo de Nueva York en 1850 y continuó su misión de construir iglesias, escuelas y hospitales. En 1842, fue nombrado obispo y presidió una diócesis de cincuenta iglesias, cuarenta sacerdotes y 200.000 católicos. A su muerte en 1864, el número había aumentado a ochenta y cinco iglesias, 150 sacerdotes y una población de más de 400.000 católicos. En una medida con visión de futuro que muchos ridiculizaron en ese momento como “la locura de Hughes”, el arzobispo propuso la construcción de una nueva catedral en un área no urbanizada en la parte alta de la Quinta Avenida entre las calles 50 y 51.
A medida que los católicos se establecieron en la ciudad de Nueva York, fueron teniendo éxito en los negocios, la política y la cultura. Estas nuevas élites católicas, son las que, más tarde, serían sepultadas en las catacumbas (dentro de las criptas y columbarios de la catedral). Entre los ocupantes notables que descansan eternamente aquí, podemos encontrar a la familia Delmonico, que fundó el restaurante más antiguo que se conserva en Nueva York; el general Thomas Eckert, un veterano de la Guerra Civil y una figura importante en la promoción de la industria del telégrafo; o la socialité y filántropa Annie Leary.
Datos curiosos y desagradables a la vez: Hasta 16 cuerpos (ataúdes) cabían en cada bóveda. Los ponían unos encima de otros y, por su puesto, terminaban colapsando. En 1855, la ciudad obligó a las familias a sellar cada bóveda por el olor que traspasaba el portón de madera y el paredón.
Las catacumbas muestran excelentes ejemplos de arte e innovación del siglo XIX. Las luminarias originales de Thomas Edison se pueden ver en la bóveda familiar de Eckert. También, dentro de esta misma bóveda, hay ejemplos de mosaicos realizados por el destacado ingeniero y constructor Rafael Guastavino, quien realizó mosaicos para otros lugares emblemáticos de Nueva York, como la estación de metro del City Hall, la Catedral de Saint John the Divine y Ellis Island.
La antigua catedral fue declarada basílica en 2010 por el Papa Benedicto XVI. Desde entonces, se sometió a importantes renovaciones, que dieron acceso a las catacumbas, inaccesibles al público durante muchos años. Las catacumbas fueron, durante más de 200 años, raramente vistas por alguien que no fuera el clero, los trabajadores y la familia de los sepultados. Pero en febrero de 2017, la basílica decidió abrirlas al público.
Como curiosidad, una famosísima película, parte de una importante saga fue grabada en la capilla: El Padrino. Martin Scorsese, neoyorquino de pura cepa, le recomendó a otro grande, Francis Ford Coppola que rodase aquí. Scorsese fue monaguillo aquí y, a día de hoy, es uno de los que sigue contribuyendo a su mantenimiento (2 millones en donaciones para mantener el órgano).
Os dejo la escena de la película:
Y, ¿cómo se puede hacer un tour por las catacumbas?
Se trata de un recorrido de 90 minutos, en el que pasarás debajo de un punto de referencia de la ciudad de Nueva York en un paseo por el pasado de la ciudad, que hasta hace poco estaba cerrado y olvidado. Por supuesto, existen muchas regulaciones de seguridad COVID-19, que incluyen: mascarillas requeridas para todos los visitantes mayores de dos años durante la visita; capacidad limitada de 15 personas por tour; reservas anticipadas de fechas y horas; marcadores de distanciamiento físico; estaciones de desinfectante de manos.
El tour se realiza con Tommy’s New York y tiene un coste de $37 por persona. Espero que, si lo hacéis, os toque con Dan. Él fue el guía el día que yo fui y nos explicó todo de manera completa y muy interesante. El tour es íntegramente en inglés, por lo que recomiendo un poquito de nivel en el idioma o ir con alguien que controle un poco más y te vaya traduciendo.
¡Hasta pronto!